La pregunta no es sobre el sentido del baile (ritual, convivencia, entretenimiento, seducción, etc.), sino por qué existen ritmos que nos apelan y hacen bailar mientras que otros pasan de largo casi sin rozarnos.
Hay ritmos que te ponen a bailar y hay otros que te dejan completamente indiferente. ¿Por qué? La respuesta es compleja y depende de muchos factores: educación musical, gusto por el baile y hábitos sociales. Pero un nuevo estudio de Maria Witek, estudiante postdoctoral de la Universidad de Aarhus, revela que entre un repetitivo “punchis-punchis” y un complejo groove existe un punto medio de preferencias.
Los participantes del estudio tomaron una encuesta en línea donde debían evaluar 50 líneas rítmicas de percusión, con diferentes grados de síncopa. Evaluaron cada ritmo en dos categorías: cuánto placer les daba escucharla y cuántas ganas les daban de bailar (categoría a la que el estudio se refiere como “experiencia relacionada al groove.”)
Al graficar los resultados, los investigadores descubrieron que los ritmos demasiado simples le parecieron aburridos a los participantes, mientras que los ritmos demasiado complejos los abrumaban. ¿En qué consiste la mezcla perfecta? En su capacidad de inducción, una propiedad descrita como el deseo de sincronizarse con algo, y que aparece cuando existe “algo de resistencia estructural contra el pulso regular en el material musical”, según Witek.
Esto quiere decir que la música (o al menos un beat musical) nos gusta o no en la medida en que nos propone un reto: en que nos invita a seguirla a la vez que nos pone algunos obstáculos. La medida de inducción difiere según quién escucha, pero el placer del ritmo proviene en buena medida de un deseo satisfecho de sincronizarnos y responder a esa invitación.
Fuente: http://pijamasurf.com/2014/04/que-nos-hace-bailar-el-groove-entra-al-laboratorio/
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