En los últimos años el EDM (Electronic Dance Music) se ha convertido en el género más popular de la música electrónica, llenando estadios en diferentes ciudades de mundo, donde decenas de miles de jóvenes entran en un eufórico frenesí esperando que el DJ tire el bajo y los eleve a la demencia colectiva. DJs y productores como Tiesto, David Guetta, Steve Aoki, Skrillex, Swedish House Mafia o Avicii se han convertido en estrellas mundiales que cobran al nivel de los más grandes popstars. Su música puede oírse en los temas para el dancefloor de Madonna, Rihanna, Pitbull o Paris Hilton (quien inspirada en estos también es DJ).
No es exagerado preguntar, como hace Drew Ressler en el blog Disco Demons, si el EDM es lo peor que le ha pasado a la música electrónica. Y quizás, junto con el reggaeton, una de las cosas más pobres que le ha pasado a la música en general, conjurando sensaciones de euforia banal que hacen de los fanáticos una especie de autómatas programados por una fórmula primitiva: ravers pavlovianos salivando por la campana del “DROP”. Al menos esta es la impresión que dejan muchas de estas sesiones multitudinarias de EDM –aunque, como siempre, existen excepciones.
Lo que resulta un poco preocupante es que el EDM antes era un término más amplio en el que cabía todo tipo de música electrónica (como el nombre claramente lo indica): techno, house, trance, dubstep, drum & bass y otros. Pero actualmente el término se ha convertido en un genérico, abarcando todo tipo de subgéneros como si fuera el tronco central de la electrónica y haciendo que muchas personas piensen inmediatamente en uno de los DJs antes mencionados cuando se habla de música electrónica o de música dance. Esto deja mal parada a la música electrónica.
El EDM se caracteriza por melodías simples y pegajosas con vocales que rápidamente se pueden cantar una vez que se escuchan, sintetizadores sucios o arenosos, un poco de white noise y generalmente un drop: el clímax que revienta cuando se deja “caer” el bajo. La primera parte de esta definición es muy similar a lo que todos conocemos vagamente como “la música pop”, la música producida con un fin comercial, generalmente por grandes disqueras que fabrican a los “artistas” como la imagen cosmética para dar a conocer la música. Los artistas y la música forman un ensamble estratégico –según estudios de mercado, tendencias de consumo y fórmulas preestablecidad de manufactura del sonido– para ser del agrado de la masas, apelando a emociones básicas en sus aspectos menos sutiles (casi como una forma de hipnosis masiva). El EDM ha sido descrito como “predecible”, “robótico” y “cheesy” (un término que hace referencia a las emociones baratas que genera la música con una pseudo-épica).
Los DJs son considerados estrellas con personalidades de rock star, exigiendo enormes cantidades de dinero para tocar los botones, y montando espectáculos llenos de pirotecnia orientados a producir un efecto de euforia como si se tratara de un rollercoaster o de un blockbuster hollywoodense. Un ejemplo hiperbólico de la escena del EDM es la genial parodia que realizó Andy Samberg en el programa de comedia Saturday Night Live, este sábado pasado. Samberg aparece como el DJ Davvinci (spoof de Avicci), un mercenario de la música dance que cobra un botín (incluso pasando su terminal para exprimir hasta el último centavo), y aguantando hasta el último momento el apoteótico DROP: punto en el que los fácilmente impresionables fanáticos estallan como zombies en la pista. Y todavía jactándose: ESTO SÍ ES MÚSICA.
Lo más lamentable del EDM es que, al supuestamente ser representativo de la música electrónica para bailar, en ocasiones puede actuar como una reja que hace más difícil que nuevas generaciones encuentren artistas con propuestas verdaderamente interesantes y auténticas –o que valiosos artistas no logren consolidarse si su música no es muy compatible con los estadios o las discotecas de miles de personas en Ibiza y las estrategias de mercado. En cierto sentido el EDM ha transformado la percepción que se tiene de la música electrónica, de facto convirtiéndola en la nueva música pop (con un poco de conspiranoia podríamos hasta pensar que es música creada para mantener a la población consumiendo realidades de baja vibración). Detrás del EDM (y de lo que era antes el Eurodance y el Eurotrash) yace un rico caudal de sonidos menos complacientes, ligados a distintas realidades y a formas más inteligentes de experimentar la vida nocturna y la comunión a tribal del sonido. En cierta forma es lógico que la música electrónica genuina se vea relagada y marginada del “mainstream” para así librarse de ser cooptada por la estupefacción de las multitudes y el marketing. De cualquier forma, hoy en día existe cada vez más música y mucha de ella muy buena: es necesario buscar más allá de los billboards, de los conciertos de Ocesa, de los videos de MTV, de las reseñas Rolling Stone e incluso a veces aventurarnos más allá de Pitchfork.
Ya sea que te guste más el techno, el house, el minimal, el dubstep, el psychedelic trance, el ambient, el IDM (la versión más inteligente del EDM) o cualquier otro género te invitamos a explorar un poco más profundo en el amplio salón de la música electrónica. El EDM, aunque parece comerse el mundo en estos momentos, seguramente perecerá en algunos años. La música electrónica, sin embargo, vivirá mucho tiempo más y seguirá desarrollando a algunos de los artistas más refinados e importantes de la historia musical.
Fuente: http://pijamasurf.com/2014/05/es-el-edm-lo-peor-que-le-ha-pasado-a-la-musica-en-su-historia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario